Libro, no dirás nada[LS]

El mar como una blusa brillante que usa la abuela en Navidad; la vecina con el pelo del color de una almohada de raso; una gorra de anciano que salió volando; un Doberman que puede caminar sólo con sus patas traseras; piernas cruzadas con el pie colgando suspendido y herpes labial en la pared interna de la boca. Bagatelas que, en la dicción de Julia Codo, se convierten en determinantes no sólo de la narrativa, sino del sentido mismo de las vidas esbozadas en este libro. Estas son las cosas que, sin que nos demos cuenta, perfilan la atmósfera entre lírica y grotesca que domina estas historias, en un lenguaje que resalta cuánto los detalles, ampliados por la literatura, revelan sobre cada uno de nosotros. Es la alianza entre una mirada poética que capta lo mínimo y una mirada aguda a los horrores de la vida pequeñoburguesa lo que hace que las historias de este libro sean únicas. Una madre que vende cosméticos puerta a puerta, acompañada de su pequeña hija; una abuela insoportable, que despierta deseos sádicos en su nieta; esperar en un hospital y pedir el documento a un desconocido; la adhesión casi instantánea a un falso padre, estos y otros personajes son a la vez víctimas y verdugos de sí mismos, generando una extraña densidad y risa, de quienes se reconocen pero no quieren reconocerse. Un deseo repentino de ir a estas vidas y apoyarlas, pero somos nosotros los que necesitamos apoyo. “Pueden quedar muchas cosas detrás de nosotros, un cisne, un tenista, un cañón, y olvidamos su existencia, pensamos que el presente es todo lo que podemos ver”, dice uno de los narradores de este libro. La autora, Julia Codo, no olvida y demuestra que el presente está mucho más allá de lo que vemos