Libro, Racismo sin racistas: el racismo del daltonismo y la persistencia[LS]

El brutal y mortal ataque a George Floyd por cuatro policías en Estados Unidos en junio, que generó protestas antirracistas en todo el planeta, es terriblemente simétrico al sufrido por una empresaria negra en São Paulo que quedó inmovilizada por un policía que la pisó. su cuello un mes después. La cara más terrible y cobarde del racismo se muestra cuando es naturalizado y puesto en práctica por las instituciones y representantes del Estado, sin que parezca manifiestamente racista. El libro de Bonilla-Silva muestra claramente las formas y la intensidad del racismo estructural que impregna la sociedad norteamericana. Y en Brasil, por extensión, porque las similitudes son evidentes. Si queremos desmantelar las estructuras de desigualdad, concluye el autor, tendremos que desmantelar las estructuras de poder, opresión, dominación y prejuicio. Porque son una y la misma cosa. Al elegir a Obama en 2008, los Estados Unidos de América pensaron que habían dejado atrás el racismo institucionalizado que había caracterizado su historia. Hoy se sabe que lo que quedó fue esta ilusión. Racismo sin racistas es un libro para cualquiera que quiera comprender cómo se perpetúa el racismo, consciente o inconscientemente disfrazado de un discurso que desafía la corrección política. Pero también, y principalmente, para aquellos, la gran mayoría en este país, que todavía piensan que la mejor manera de combatir el racismo es hacer como si no existiera. Eduardo Bonilla-Silva, profesor de sociología en la Universidad de Duke, demuestra, a partir de análisis de casos e investigaciones de campo, cómo el discurso y la noción de que el color de la piel no importa (el “racismo de la ceguera racial”) han sido fundamentales para la permanencia del prejuicio. . Desmiente los argumentos, frases hechas y narrativas que los blancos en Estados Unidos utilizan para justificar la desigualdad racial. Sin embargo, este no es un problema exclusivo de los norteamericanos, como sabemos y como nos recuerda constantemente la policía (aquí y allá). Brasil, “democracia racial” por definición, tiene una amplia experiencia en disfrazar el racismo con la seriedad de las hojas de cálculo de los economistas. Incómodo como cualquier buen científico social, Bonilla-Silva nos hace reconocer nuestro racismo cotidiano –en los demás, pero también en nosotros mismos.