Libro, Muerte de la polilla, A[LS]

"La muerte de la polilla" es uno de los ensayos clásicos de Virginia Woolf. Publicado póstumamente, fue escrito al final de su vida, en plena Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, nada en el ensayo hace referencia explícita a la guerra. No se mencionan los campos de exterminio que se construyeron no lejos de donde muere la polilla observada por Virginia. Pero, siendo Virginia quien es, sabemos que esto es lo que se esconde debajo de sus palabras y lo que sale a la superficie en una u otra frase que nos deja atónitos. Los esfuerzos de la polilla por sustentar la vida son como los esfuerzos de los seres humanos: espléndidos, dignos, pero también patéticos y lamentables. El mismo destino que corrió el vecino de la pequeña polilla del color del heno “podría, si quisiera, sumergir una ciudad entera, y no sólo una ciudad, sino masas de seres humanos”. Quizás, entonces, lo que aún se mueve en este breve ensayo sea precisamente la resistencia. Porque “La muerte de la polilla” no trata tanto del fin de un insecto (aparentemente insignificante), sino de su incansable lucha. De su dignidad para insistir en la vida incluso frente a un poder que lo supera y que incluso puede subyugarlo, pero al que entregará todo lo que tiene. En este sentido, el ensayo se hace eco de temas queridos por Virginia, para quien las cosas más pequeñas de la vida contienen algo espléndido. El aspecto implacable de fuerzas como la naturaleza, el tiempo o la guerra, que a todos se apoderan y destruyen, se contrasta con la ternura de nuestra (aparentemente insignificante) existencia. Hay algo mucho más grande que nosotros y nuestra corta vida: no importa si somos hombres, mujeres, peces o polillas. Pero eso no nos detiene en los días templados de septiembre. Eso no nos impide bailar, en el pequeño cuadrado de cristal que nos cabe. Ana Carolina Mesquita